Wednesday 24 September 2014

Encuentros

El aroma del café recién colado se mezcló con las imágenes del sueño y terminó por despertarla. A su alrededor el mosquitero tendía un velo de salvadora irrealidad que le permitió regodearse con los últimos retazos de ensoñación. Su llegada, antes del alba, solo le había permitido  contar las imprescindibles novedades a su prima, darle un vistazo a los niños y hundirse en un sueño que ni los retozos de los ratones en el techo de guano habían podido perturbar.

Haciendo un esfuerzo, se decidió a levantarse de la cama. Abrió las ventanas y ante la visión que a raudales entraba con el sol se  olvidó de las horas de viaje, de la ciudad y de la angustia. Ahí, al alcance de la mano, pasaba el camino, antigua carretera que la naturaleza había recobrado obstinadamente palmo a palmo, cercas bordeando potreros y huertos donde las vacas pacían o eran arreadas por monteros madrugadores, y a lo lejos las primeras estribaciones del macizo montañoso del Escambray, rezumantes de verdor y coronadas por solitarias palmas reales.

Afuera, en el patio, su tía lavaba ropa en una batea rústica, rodeada de una bandada de gallinas ariscas que se disputaban granos de maíz mientras los cerdos chapoteaban indolentes en el fango.

Con la toalla al hombro se encaminó hacia donde la intensidad del verde indicaba la presencia del río. Siguió su cauce hasta donde se ensanchaba formando un círculo de aguas profundas y tranquilas. A esa hora temprana no había un alma y la soledad se podía respirar a pleno pulmón junto con el aire puro y fresco del campo.

Puso la toalla en la hierba y con cuidado entró al agua. Estaba fría y tenía un regusto a tierra y profundidades incógnitas. Bajo los pies sentía el lodo que se escurría entre los guijarros del fondo y, de cuando en cuando, el coletazo de una biajaca le azotaba las piernas.

Se dejó llevar un rato por la corriente, relajando todos los músculos. Estaba tranquila, esperando. Sabía que, aunque todo pareciera perfecto, faltaba algo.

Antes de verlo lo presintió. Fue una sensación casi física, una oleada de temor que conmocionó todo su ser. Se volvió y, a través de las gotas de agua que se escurrían de entre sus ojos, lo vio. " Moreno de verde luna" pensó, sintiéndose lírica y lorquiana al ver su piel tostada por tantos soles y sus ojos verdes, verdes como las lomas, como el romerillo, como la esperanza que nacía en su pecho al constatar que sí, que entraba al río sin despojarse siquiera de sus ropas.

Se acercó y cuando estaba a unos centímetros de sus senos preguntó:

- ¿Me esperas?-
-Te espero- y al contestar supo que la desesperación nacería en el momento en que no pudiera mirarse en el verde de sus ojos.

Abrazados, rezumando agua, llegaron a la orilla. Se fueron despojando poco a poco de las ropas hasta sentirse piel con piel. A horcajadas sobre su vientre ella se sintió a un tiempo cabalgadura y jinete. Recorrió con besos su cuerpo, reconociendo cada huella, cada cicatriz, cada historia y cuando del abismo se sintió desfallecer, pensó que sí, que tenía razón el poeta cuando afirmó que solo el amor sabe reducir el Universo a un beso.

Esa noche, la luna alumbró el caserío inerme, el viejo camino, las palmas y sobre una colina, en medio de la sinfonía de los grillos, a los dos amantes que celebraban el encuentro como cada verano, contra el tiempo y la distancia.

4 comments:

  1. Me trasnporte a mi bella isla. Excelente trabajo Karelia.

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  2. Me llevaste al Rio San Juan, pareceria que fue ayer pero no, fue ya hace unos cuantos años y todavia puedo sentir eso que describes encima. Te quedo estelar.

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    1. Gracias Roberto!!!! Como te lo prometi hay mas entradas!!!! ☆

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