Tuesday 30 September 2014

Cuando leí la palabra de la semana me quedé "in albis", literalmente en blanco. ¿Y ahora qué escribo yo con esa palabra? A la mente me vino buscar en Google varios conceptos, copiar y pegar pero no me gusta hacer trampas. Además debía ser una anécdota. Me quedé pensando y nada. Lo más cercano fue el nombre de un dibujo animado que veía mi hijo llamado "Pinky y Cerebro" y fue ahí, al pensar en mi hijo que vino la historia a mi "blanqueado" cerebro.

En el año 2005 trabajaba yo como profesora de Literatura en una escuela de nivel medio y mi niño estaba en primer año de círculo infantil. Contaba él con 16 meses cuando me llaman a la dirección de mi trabajo para decirme que corriera al policlínico que había pasado algo con mi hijo...y nada más.

Corrí como una verdadera loca pensando en una caída, una fractura..qué sé yo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando llegué a la clínica y me encuentro con un revuelo sin nombre de personal médico corriendo de aquí para allá y dos ambulancias esperando a la puerta. En medio de aquel jaleo se me acercó la enfermera del círculo infantil y con el rostro lleno de lágrimas y chorreando rímmel me dijo que mi niño, mi pequeño, estaba muy mal, que se había desmayado después de almorzar y estaba convulsionando.

Creí que me iba a estallar el cerebro. De niña yo convulsionaba por estado febril por lo que sabía por lo que mi niño estaba pasando. Sin darme tiempo a reaccionar un paramédico me montó en la ambulancia, al lado del chofer porque iban a trasladarlo a un hospital pediátrico. Por la ventanilla pude ver pasar la camilla. Estaba en calzoncillos, los cabellos húmedos y totalmente inconsciente. Se me estrujó el corazón como un pañuelo y más cuando a medio camino un paramédico le dice al chofer de la ambulancia que cambiara el rumbo hacia el hospital más cercano...que el niño estaba en paro respiratorio...que no llegaba con vida si tardábamos demasiado. !Dios! pensé- ¿qué dice este hombre?

Llegar al pediátrico y revolucionarse el centro fue todo uno. Los médicos, las enfermeras, los técnicos delaboratorio...todos corrían de un lado a otro. Me dieron con las puertas de Terapia Intensiva en las narices, tenía que esperar fuera. Una hora...una larga hora pasó antes que mi madre pudiera llegar..una hora en la que me colé sigilosamente una vez por la vidriera de la sala y vi a mi hijo...pequeñito en una camilla para mí inmensa, lleno de aparatos y gomas y aún inconsciente.

Dos horas más pasaron. Mi madre lloraba...todos nerviosos y yo hacía de tripas corazón para poder mantener la calma y la lucidez..para poder contestar las preguntas de los médicos sobre alergias a medicamentos, a comidas, etc. Médicos que ya no sabían qué hacer porque todas las pruebas daban negativas, no había infección o meningitis o algo que provocara aquel estado. El niño no tenía NADA. Ya sin más que hacer una doctora se acercó a mí y me preguntó si yo tenía más hijos porque no sabían que tenía, porque no contaban con él.

Sentí que mi mundo se derrumbaba...que mi cerebro estallaba en mil pedazos. ¿Cómo era eso siquiera posible? ¿Qué estaba pasando? ¿Qué pesadilla era esta?

Fue entonces cuando una mujer a la que no conocía pero que sabía del caso del niño (como lo sabía todo el hospital) me pidió que si tenía fe, rezara...que Dios era padre y escuchaba con atención los rezos de los padres. Mi fe era muy tibia pero la desesperación hace maravillas. Recuerdo que me senté en un muro de azulejos y con la cabeza entre las manos empecé mentalmente una especie de rezo-conversación-negocio en el cual pedía que se cambiaran los papeles, que ya yo había vivido 26 años y no me importaba seguir viviendo sin mi hijo.

Ahora bien, en la televisión cubana hay una canción que se llama "La calabacita" y que marca el final del horario infantil y la hora de irse los niños a la cama. Desde que mi hijo tenía unos cuatro meses levantaba la cabecita del cochecito cuando escuchaba la dichosa canción. Pues clavado a fuego en mi mente están las palabras conque terminé mi rezo-conversación-negocio: "Porque me puedes decir ¿qué hago yo cuando suene "La Calabacita" si mi niño no está?"

En ese mismo instante sale una doctora preguntando por la madre. Me levanté con un miedo horrible de lo que iba a escuchar. La doctora me tomó las manos y me dijo: "Rápido mamá, ponte una bata, lávate las manos y entra que tu niño se ha despertado, ha dejado de convulsionar y está respirando por si solo". No entré a la sala, VOLÉ!!!! Antes de llegar a la cama y en lo que me ponía la bata me advirtieron que ahora el niño estaba sedado, amarrado a la camilla para que no se quitara el suero y el levín, con sonda, con monitor..en fin. pero cuando lo vi se me cayó el alma a los pies...tan pequeñito y pasar por todo esto!!! Un enfermero se acercó a explicarme las reglas de la sala y los cambios de acompañante. Con todo respeto lo frené: "Aquí no hay cambios de acompañante. Yo salgo el día que mi hijo lo haga".

A la hora o así se me acercó un médico. Me explico el estado del niño y me pidió que estuviera muy atenta cuando despertara, qué decía y si me reconocía pues en caso de que no lo hiciera era síntoma de daño cerebral debido a las tres horas que había estado convulsionando.

A su lado pasé otra hora más, velando su sueño, acariciando su cabecita hasta que despertó. Era el momento crucial. ¿Me reconocería o no? ¿Y en el caso de que no? ¿Qué pasaría después? 

Me miró con los ojitos tristes, ojeroso al máximo y balbuceó bajito: "mamita!" Dios!!! Nunca esa palabra me había parecido tan bella. Ahí mismo se me aflojó el cuerpo, perdí la entereza y rompí a llorar con desconsuelo, con alivio...

Una semana nos pasamos en el hospital, 25 días de observación en casa y cinco años de chequeo anual para al final convencernos de que esa había sido su primera y única crisis epiléptica. Durante el tiempo que pasamos en el hospital tantas personas llamaban para preguntar por él que los enfermeros y enfermeras le pusieron el sobrenombre de "el delegado de la cama 3". La primera noche que pasé allí con él la madre de la niña de la cama de enfrente me comentó que qué milagro que con mi edad tuviese solo un hijo. Cuando le dije que solo tenía 26 se quedó de piedra, pensaba que pasaba de los 40. Así había envejecido en tres horas.

Mi niño ahora acaba de cumplir 10 años. Su cerebro está perfecto: es inteligente, despierto, simpático y algo despistado. A veces me desespera con sus cosas como todo niño de su edad pero cuando mi paciencia llega al límite  recuerdo ese día en que por poco lo pierdo, le doy gracias a Dios, a la Madre Naturaleza, al Arquitecto Universal, a la energía cósmica..a lo que sea que hizo posible lo que los mismos médicos llamaron un milagro y me siento feliz...sencillamente feliz.



Wednesday 24 September 2014

Encuentros

El aroma del café recién colado se mezcló con las imágenes del sueño y terminó por despertarla. A su alrededor el mosquitero tendía un velo de salvadora irrealidad que le permitió regodearse con los últimos retazos de ensoñación. Su llegada, antes del alba, solo le había permitido  contar las imprescindibles novedades a su prima, darle un vistazo a los niños y hundirse en un sueño que ni los retozos de los ratones en el techo de guano habían podido perturbar.

Haciendo un esfuerzo, se decidió a levantarse de la cama. Abrió las ventanas y ante la visión que a raudales entraba con el sol se  olvidó de las horas de viaje, de la ciudad y de la angustia. Ahí, al alcance de la mano, pasaba el camino, antigua carretera que la naturaleza había recobrado obstinadamente palmo a palmo, cercas bordeando potreros y huertos donde las vacas pacían o eran arreadas por monteros madrugadores, y a lo lejos las primeras estribaciones del macizo montañoso del Escambray, rezumantes de verdor y coronadas por solitarias palmas reales.

Afuera, en el patio, su tía lavaba ropa en una batea rústica, rodeada de una bandada de gallinas ariscas que se disputaban granos de maíz mientras los cerdos chapoteaban indolentes en el fango.

Con la toalla al hombro se encaminó hacia donde la intensidad del verde indicaba la presencia del río. Siguió su cauce hasta donde se ensanchaba formando un círculo de aguas profundas y tranquilas. A esa hora temprana no había un alma y la soledad se podía respirar a pleno pulmón junto con el aire puro y fresco del campo.

Puso la toalla en la hierba y con cuidado entró al agua. Estaba fría y tenía un regusto a tierra y profundidades incógnitas. Bajo los pies sentía el lodo que se escurría entre los guijarros del fondo y, de cuando en cuando, el coletazo de una biajaca le azotaba las piernas.

Se dejó llevar un rato por la corriente, relajando todos los músculos. Estaba tranquila, esperando. Sabía que, aunque todo pareciera perfecto, faltaba algo.

Antes de verlo lo presintió. Fue una sensación casi física, una oleada de temor que conmocionó todo su ser. Se volvió y, a través de las gotas de agua que se escurrían de entre sus ojos, lo vio. " Moreno de verde luna" pensó, sintiéndose lírica y lorquiana al ver su piel tostada por tantos soles y sus ojos verdes, verdes como las lomas, como el romerillo, como la esperanza que nacía en su pecho al constatar que sí, que entraba al río sin despojarse siquiera de sus ropas.

Se acercó y cuando estaba a unos centímetros de sus senos preguntó:

- ¿Me esperas?-
-Te espero- y al contestar supo que la desesperación nacería en el momento en que no pudiera mirarse en el verde de sus ojos.

Abrazados, rezumando agua, llegaron a la orilla. Se fueron despojando poco a poco de las ropas hasta sentirse piel con piel. A horcajadas sobre su vientre ella se sintió a un tiempo cabalgadura y jinete. Recorrió con besos su cuerpo, reconociendo cada huella, cada cicatriz, cada historia y cuando del abismo se sintió desfallecer, pensó que sí, que tenía razón el poeta cuando afirmó que solo el amor sabe reducir el Universo a un beso.

Esa noche, la luna alumbró el caserío inerme, el viejo camino, las palmas y sobre una colina, en medio de la sinfonía de los grillos, a los dos amantes que celebraban el encuentro como cada verano, contra el tiempo y la distancia.

La sorpresa....

Esa mañana no pudo resistir la tentación y lo buscó entre la gente. Desde hacía días evitaba cualquier tipo de contacto visual al montarse en el ómnibus, ya a esas alturas atestado de personal. No se sentía con fuerzas para resistir una mirada que sabía profunda y en la que se perdería como en un abismo insondable.
Recordaba con toda claridad el día que se había percatado de su existencia. En ese momento todavía el dolor por la ruptura con aquel hombre del que seguiría enamorada toda la vida le pesaba como una losa, le asfixiaba y le impedía hasta pensar. El hecho de que hubieran compartido casa y trabajo no la ayudaba ya que todos los detalles del diario recorrido del transporte laboral le traían algún recuerdo más o menos doloroso según la intensidad. Solo quedaba mirar sin ver por la ventana y dejar pasar  el tiempo y los edificios hasta llegar al centro en el que, como un castigo más, le esperaría el inevitable encuentro con lo que había dado en llamar “lo mejor de lo peor que me ha pasado”.
Los nombres de Messi y Casillas junto a otras glorias deportivas del fútbol y sus estadísticas le taladraron el pensamiento como una aguja ardiente. Qué horror!!- pensó- amanecer hablando sandeces” y curiosa volteó para ver quiénes eran los culpables de que hubiese salido de su marasmo autodestructivo.
A uno de ellos lo conocía, trabajaban en el mismo lugar aunque sin haber cruzado nunca más que los buenos días o las frases de rigor que exige la educación más elemental, pero el otro…Era un joven normal, pequeño para sus estándares de un metro  ochenta y más, trigueño y con unos rizos que le salían del pulóver por más que quisiera ocultarlos. Eso la interesó, siempre le habían llamado la atención los hombres muy velludos. Justo en ese instante él volteó a mirarla y le asaltó como un puñal la tristeza infinita de aquellos ojos profundos y oscuros.
Pero su propia melancolía era todavía muy intensa para pensar en algo más. Además, lo desechó como alguien insignificante: a quién se le ocurriría abrir el día hablando de futbol?- concluyó su juicio de manera terminante y no pensó más en el asunto. Por eso, la mañana en que él se acercó y le habló de literatura, de poesía, el asombro fue genuino y real pues se percató no solo de que sabía hablar de algo más que de deporte sino que había leído y había leído mucho…que tenía una facilidad de palabra sorprendente y una sonrisa encantadora. No obstante cuando le entregó aquella especie de pergamino, atado con una cinta naranja (sabría lo que significaba ese color?) no pudo evitar pensar que seguramente se trataría de uno de aquellos poemas que a lo largo de la vida había recibido por decenas…a mucho dar Benedetti, quizá Neruda. Tal vez ni eso, por lo que no se dio prisa y esperó, con toda la calma que su seguridad le daba, a llegar a la tranquilidad de su oficina para desenrollar el pergamino y darle rienda suelta a la sorpresa al constatar que no conocía una sola de las líneas allí escritas, leer arrobada los dos últimos y geniales versos y descubrir (ahora sí en el colmo del asombro) que el autor era uno de los poetas más reconocidos y leídos ,no solo por ella, sino por todos sus coterráneos.
Fue en ese justo minuto cuando supo, con una claridad meridiana, que iba a empezar una batalla que sabía perdida de antemano. Lo que sí nunca calculó fue la intensidad y diversidad de sensaciones que sus encuentros le producirían: desde besarse como adolescentes a plena luz del sol o en pasillos oscuros hasta sentirse atada de pies y manos (real y físicamente de manos) mientras él exploraba todo su cuerpo, se burlaba de atavismos y tabúes, rozaba cada centímetro de su piel con aquellos dedos pequeños  a los que nunca supuso tan ágiles mientras le decía al oído que era una bruja, una hechicera, una vampira que sacaba a flote lo más elemental y primitivo de su condición ya no de hombre, sino de macho…y macho dominante además. Fue en ese tiempo en el que decidió tatuarse en la cintura (la misma que habían estrechado sus manos) el diseño del sol maya que un día él le mostrara, justo cuando le regaló una antología de poesía de su autor favorito con una dedicatoria donde abundaban referencias a la noche y la luna reflejada en los charcos de la ciudad desierta. Sería un buen homenaje para aquel muchacho-hombre que había operado el milagro de que le gustaran las canciones de Sabina pero sobre todo que le devolviera la sonrisa y la seguridad en sus ojos de gata que anduvo perdida por un rato.
“Por qué pienso en todo esto ahora??” se preguntó cuando sus miradas se encontraron  frente a frente esbozando un buenos días… y al mirar su sonrisa supo inmediatamente la respuesta: coño…como quisiera besar otra vez esa boca!!!!”

Tuesday 23 September 2014

El torrente


Barítono... la palabra que más temía de las tres es la que ha salido. A la mente me vienen las grandes personalidades de la ópera internacional, las veces que fui a ver alguna zarzuela..el disco de Il Divo que tengo en casa. Pero aquí la palabra clave es "personal". Tiene que ser algo que me haya sucedido. Y ahí saltó la historia.

Entre los años 2008 y 2010 estuve trabajando de Metodóloga de Extensión Académica en el Centro Nacional de Escuelas de Arte (CNEART). Consistía esto en coordinar el talento de las escuelas nacionales de arte (ya fuera música, artes plásticas, circo, etc) para que se presentaran en espectáculos de primer nivel. Así garantizábamos la calidad de la presentación y los estudiantes tenían la oportunidad de actuar en escenarios reales e interactuar con el público, experiencia esta que no se aprende en ningún libro de texto. Era una labor apasionante ya que estaba constantemente rodeada de adolescentes talentosos y aprendía de ellos un mundo y más.

Por supuesto, a estas actividades iban alumnos escogidos..lo mejor entre lo mejor, tarea bien difícil pues en las escuelas de arte en Cuba si algo sobra es talento. Por eso cada vez que nos solicitaban una presentación teníamos que ir por las escuelas haciendo audiciones junto al productor del espéctaculo en cuestión. Esa era mi parte favorita ya que la contrapartida eran llamadas telefónicas, coordinación de  transporte y recogida, acreditación y alimentación...ardua labor en nuestro país.

Esa vez recuerdo que tuve que empezar por una de las escuelas para mí favoritas: la de circo. Junto con el Maestro Alberto Méndez me deleité infinitamente con los números de acrobacias que presentaban los alumnos, a los que conocía en su inmensa mayoría. Las contorsiones, la habilidad física, el riesgo que implica el trapecio...todo eso me fascinaba y aún lo hace. Por eso cuando el Maestro me anunció que la próxima audición sería en la Escuela de Arte Lírico no pude evitar un mohín de disgusto. La ópera y yo nunca hemos sido muy cercanas, aunque me apene confesarlo, y tener que hacerlo por trabajo lo tornaba doblemente fastidioso.

Con un sol de infortunio, de esos de la una de la tarde en Cuba, llegamos a la escuela...un edificio antiguo, en sus días bello, pero ahora en franco declive. La sombra del vestíbulo fue una bendición y enseguida  nos hicieron pasar a la oficina del director. No me lo podía creer!!! Adolfo Casas, director del Teatro Lírico frente a mí y ofreciendome asiento y café!!! No sabía que hacer. Me senté frente a él y mientras hablaban los maestros me sorprendió la suavidad y sencillez de aquel hombre destacado por su virtuosismo a escala internacional.

La hora de empezar la audición llegó y ya con el ánimo mas predispuesto entre a una salita con un piano de cola, un pianista con look de hippie y varios asientos vacíos. Nada del glamour que yo esperaba. Tomé asiento algo decepcionada e hicieron pasar al primer aspirante. Era un chiquillo delgado al máximo, con barrillos en la cara, gafas y el pelo revuelto. Algo así  como un Harry Potter  desnutrido con acné juvenil. Menos mal que no sorprendió mi mirada de incredulidad pues me hubiera apenado muchísimo.

Sonaron los primeros acordes del piano (no me pregunten cuáles pues no estaba muy interesada) y como un milagro un torrente de voz profunda, limpia, clara salió de la garganta de aquel casi niño para darme una de las lecciones de humildad más grandes de mi vida. No sé si era barítono, bajo o tenor...no recuerdo qué cantaba...solo que no quería que parase...que siguiera cantando...que envolviera la habitación con sus notas pues en ese momento en que empezó a cantar el sol del mediodía se eclipsó así como mi escepticismo y nació en mí un profundo respeto por aquellos que con su voz hacen la magia del Universo.

Una voz en la multitud.

¿Cómo te sientes? ¿Te estás adaptando? ¿Te gusta aquí? Eran las tres preguntas recurrentes que me hacían todos los que me querían (y los que no tanto) durante los primeros meses de mi nueva vida en Europa. Yo me quedaba casi en blanco...esforzándome en esbozar una sonrisa e inventar una respuesta que no lastimara a los que me apreciaban ni contentara a los que no. Porque verdaderamente...la respuesta 100% honesta era que me sentía más perdida que un protagonista de Lost...más que una pulga en un perro de plástico vamos.

Y es que durante los primeros días todo es novedad: las calles, las casas, los olores, la comida...la tecnología. Pero cuando pasan los días y caes en cuenta de que esta es tu nueva vida...de que no hay marcha atrás te entra la ansiedad...el no saber qué hacer con tu tiempo..ni qué decir. Empiezas a odiar las mismas calles que admirabas al principio, los programas de la tele te desesperan y la nostalgia comienza a jugarte malas pasadas que se traducen en extrañar las carencias, el calor insoportable, las calles ardiendo bajo el sol implacable, los cuatro canales de TV y sobre todo tu idioma...y más que el idioma..EL ACENTO. Porque donde vives se habla español pero no el tuyo y el inglés que siempre adoraste ahora te agobia.

En ese estado de desencuentro me hallaba a principios de año cuando mi esposo (que se merece una medalla de oro a la paciencia) me sugirió que saliera a caminar con mi hijo y nos fuerámos al parque infantil cerca de casa. Más bien lo hice por el niño que se aburría  luego  de la escuela. Nos abrigamos porque hacía frío y nos fuimos a la alameda. 

Allí estaba todo Dios con los niños. El parque lleno de madres rubias con sus nenes rubios hablando en inglés y solo en inglés. Esa circunstancia no mejoró mi estado de ánimo y, agarrando a mi hijo de la mano, subí hasta la sección más elevada del parque. Me senté en un banco viendo a mi niño jugar, ajeno a toda crisis existencial, feliz en su inocencia. 

Allí sí que no había casi nadie...excepto una muchacha también apartada y tecleando en su teléfono. Me llamó la atención su forma de vestir, diferente a la media, sus enormes gafas y su color de piel...más morena que yo incluso. Como no quería ser impertinente aparté la vista y volví a sumergirme en mis pensamientos hasta  que un sonido me sacó de mi ensimismamiento. Fue una simple frase, un llamado de atención al niño de la muchacha en cuestión..pero EL TONO!!! Esa chica era latinoamericana!!! No tenía dudas!!!

No lo pude resistir y me acerqué como una mariposa a la luz y le pregunté: Eres de Latinoamérica?? Nunca olvidaré la amplia sonrisa con la que me contestó: sí, de Ecuador. Y tú?

Bendito Dios!!! pensé. Nos sentamos juntas y empezamos a conversar, cada una devorando las palabras de la otra..escuchando el acento tan similar..las palabras..los significados. Fue como agua para el sediento escuchar aquella voz en medio de la multitud de sonidos que no me decían nada. Fue sentir como una fibra de mi corazón era tocada y como se derretía poco a poco mi soledad. Y lo más importante...la certeza absoluta del comienzo de una amistad verdadera.

Sunday 21 September 2014

Aleluya...vaya lío!!!!

Cuando leí que la palabra de la semana era Aleluya..pensé: y ahora qué escribo??. Y fue cuando me vino a la mente el significado que  para mí tiene esa palabra: alegría, regocijo, alivio...y supe de tirón de qué escribiría.

La primera vez que vine a Gibraltar (donde ahora vivo) fue en 2012. Nunca había tomado un avión...jamás había salido de la frontera acuática de mi país: Cuba. Fue toda una experiencia de sigilo, secretismo y un poco de superstición. Para los que nos conocen ( a nosotros los cubanos) es una realidad que no nos sentimos seguros hasta que no montamos en el avión y a veces ni así. En mi caso era un boeing 747 de la aerolínea Virgin. Imagínense!!! Yo que nunca había tomado un avión en mi vida encontrarme en uno nada más y nada menos que trasatlántico y con destino Londres. Era simplemente increíble!!! Como increíble fue que no supiera desabrocharme el cinturón de seguridad..que pegara un salto cuando descargó el baño y que no supiera que con mi abriguito iba a pasar más frío en Londres que en el Polo Norte.

La sensación que experimenté cuando  aterricé y me vi en la terminal Sur de Gatwick fue de pequeñez. Era un sinfín de personas, maletas, niños...hombres con trajes, mujeres con shislabas o jihabs y todo en un maremagnum de idiomas extranjeros. Eso sí..todo reluciente, pulcro...brillante. Sentada en una cafetería, con mi chocolate caliente en la mano y viendo a través del cristal como el viento azotaba a los que entraban y salían del aeropuerto pensé: Estás en Europa!!!

La sensación de bienestar duró hasta que tuve que sortear los 100 metros que me separaban de la entrada del aeropuerto a la parada del bus que me llevaría al hotel. Con 5 grados de temperatura fue como estar en bikini dentro de una nevera. Por suerte los británicos se caracterizan por su exquisita puntualidad y el bus llegó a los 2 minutos...2 interminables minutos para trasladarme a un hotel que parecía salido de la serie Downton Abbey...entre bosquecillos, molinos de trigo, casas con chimeneas de ladrillo y OVEJAS!!! Dentro alfombras de 20 centímetros de espesor, sillones de piel, mesas de madera pulida..una pelicula. Mi habitación tenía una claraboya en el techo y cuando vi que a las cuatro y media de la tarde era noche cerrada me di cuenta cuan lejos estaba de casa.

Por suerte mi vuelo al siguiente día salía temprano en la mañana rumbo a Gibraltar por lo que estaría a más tardar a las 12 ya en tierra...o eso creía yo. Luego  de los trámites de rigor de chequeo de pasaporte, pesaje de maletas etc...corriendo a la puerta de la que salía el avion de Easyjet al fin me vi sentada y despegando hacia mi puerto de llegada. Luego de dos horas y media mirando por la ventana como las tierras de España parecían un inmenso mapa de colores verdes y marrones el piloto anunció que aterrizaríamos en Gibraltar en unos 15 minutos. Al fin!!! fue lo que pensé. Ya estaba cansada de tanto ajetreo y llevaba dos días de vuelo...mi cuerpo se lo estaba sintiendo ya. 

Justo cuando empezabamos a descender el avión comenzó a sacudirse violentamente. Los pasajeros se miraban con cara de espanto..los nervios a flor de piel. No se si saben que la pista de aterrizaje de Gibraltar está entre las más peligrosas del mundo por los continuos vientos que azotan el Peñon. Pues en noviembre como era...fue imposible y luego de 20 minutos de tentativas infructuosas el capitán anunciaba que aterrizaríamos en Málaga. Bueno..tomándolo filosóficamente no lo consideré un tropiezo así conocería otro lugar antes de llegar. Lo que no tenía en mente que mi visa era para Gibraltar, no para España...pero al funcionario de Aduana de Málaga sí no se le escapó así que me vi echada a un lado, en una terminal antigua del aeropuerto y custodiada por un Guardia Civil hasta para ir al baño no fuera a ser que se me ocurriera echar a correr y salir del aeropuerto. Agradable verdad?

Pues al cabo de siete horas, hecha ya amistad con todos los guardias civiles con los que hablé hasta de futbol, tomadas las fotos para la visa española y habiendo comido me acomodé en un banco de la terminal con la cabeza en mi bolso dispuesta a pasar allí la noche. Justo en ese momento me anunció el funcionario en cuestión que me iba en un taxi para Gibraltar pues ya Madrid había considerado mi caso y concedido la visa. Gracias Madrid..al menos no pasé aquí la noche" pensé irónicamente. Dicho y hecho...a Gibraltar en taxi por toda La Costa del Sol pero bajo una llovizna pertinaz y una niebla que podía dejar ver poco más de 10 metros adelante. 

Tras dos horas de viaje con un taxista andaluz que hablaba hasta por los codos vi por primera vez el Peñón de Gibraltar...envuelto en la lluvia y la nube de Levante..alzandose de forma imponente contra el cielo sin estrellas. El corazón me repiqueteaba como un tambor...me faltaban solo minutos. 

Con mi maletita y bolso de mano...aterida de frio crucé la fronetra, entregué mi documentación y empecé a andar por el pasillo que separaba España de Gibraltar. Al doblar un recodo puede distinguir al final del pasillo a mi esposo ( novio en ese entonces) envuelto en un chaquetón, todo mojado de la lluvia y con los brazos abiertos listos para un abrazo. En ese momento...si no fue aleluya lo que me vino a la mente el sentimiento fue muy similar: regocijo, alegría y por qué no...alivio!!!!

Era el final de mi odisea, la llegada a puerto seguro y el comienzo de una nueva etapa en mi vida....pero esa, esa es otra historia.